Sigue preguntándose por todo lo que puede observar y experimentar a su alrededor pero, a diferencia de los años anteriores, empieza a construir sus propias teorías a partir de lo que ve. Esto no significa que no necesite la explicación de los adultos pero será capaz de sacar sus propias conclusiones aunque todavía con grandes dosis de fantasía. A través de esa fantasía irá construyendo su propio mundo donde intenta comprender la realidad pero también imaginar cómo le gustaría que fuese.

En la relación con otros niños adquiere nuevas habilidades sociales y aprende a cooperar. Aparecen los juegos en grupo en los que juegan a lo mismo siguiendo unas normas. Son frecuentes los conflictos por un juguete o porque todavía le cuesta controlar sus impulsos.

Usa el lenguaje que ha adquirido para la expresión emocional. Además, cada vez va desarrollando más su lenguaje interno que le permite gestionar y regular sus acciones.

Su motricidad gruesa se ha perfeccionado mucho y disfruta con las nuevas habilidades físicas que ese dominio le permite. Saltar a la pata coja, hacer equilibrio o golpear una pelota con cierta puntería. En la motricidad fina su evolución le permite lograr nuevas formas de autonomía como vestirse y desvestirse con soltura o peinarse. También logra algunas actividades de precisión como recortar, copiar letras y dibujar personas de forma esquemática.

Su conciencia sobre sus capacidades le hace sentirse más satisfecho y seguro de sí mismo animándose a imitar algunos comportamientos de los adultos. A la vez, el ser más consciente también le hace sentir nuevos miedos.

Las normas y valores que la familia le proporciona le sirven para distinguir los actos y sentimientos agradables y desagradables, así como a elegir las acciones que quiere realizar de todas las posibles.