Los padres y madres somos los primeros que queremos que nuestros hijos obtengan buenos resultados académicos desde el principio de su escolarización. Sin embargo, esto no sucede en todos los alumnos y es cuándo empiezan a surgir las preguntas de por qué. En algunos casos se trata de distintos ritmos de aprendizaje o ritmos de maduración, pero como padres no podemos abandonar esas primeras señales e intuiciones.
Una vez detectada la posible dificultad de aprendizaje es muy importante que le pongamos nombre, y no con el objetivo de etiquetar, sino para intervenir adecuadamente y acompañar a nuestros hijos e hijas de la mejor manera posible.
Todas las dificultades de aprendizaje se mejoran con intervención específica de profesionales, con dedicación por parte de sus padres, y muy importante, con el reconocimiento y aceptación de la misma.