En esta etapa el adolescente conoce el mundo de una manera distinta, es capaz de alejarse de la realidad e imaginar posibilidades de esa realidad. Distingue entre un pensamiento subjetivo y objetivo pudiendo diferenciar entre lo aparente y lo real.

Vuestro hijo dispone a esta edad de una maduración cerebral mucho mayor que le permite dirigir voluntariamente su atención y sostener su concentración de forma más eficaz en una tarea a pesar de las interferencias del entorno. Y para facilitar este proceso necesita encontrar la motivación necesaria, que ya no proviene tanto del exterior sino que es capaz de generar una motivación intrínseca.

Ha aprendido a pensar por sí mismo y es responsable de sus propias elecciones y actos. Sin embargo éstos están vinculados con su entorno y tiene en cuenta a los otros. Hay una conciencia más ajustada sobre sus emociones y sobre las de los demás. Sigue avanzando en el control de su comportamiento, solo que ahora este control ha pasado a ser interno y no tan dependiente de su contexto. En este punto lo que más le motiva es vivir experiencias, quiere tener nuevas vivencias y a la vez necesita un entorno de sostén que le guíe en este camino.

Es muy reflexivo y piensa mucho en sí mismo, lo cual es normal pues está aprendiendo a manejar su mundo interno, sus pensamientos, deseos, impulsos… además deberá encontrar un equilibrio con su mundo externo que le exige nuevos roles y el desarrollo de nuevas habilidades. También deberá enfrentarse a las primeras relaciones amorosas en las que tendrá que mostrar su personalidad pudiendo sentirse vulnerable en esos momentos.

El desarrollo de la identidad supone un proceso complejo y por primera vez en el desarrollo, durante la adolescencia, ya es lo suficientemente maduro física, cognitiva y socio-emocionalmente para sintetizar su vida.